-Huye- me grite,
y al escuchar mi voz
hui hacia confines lejanos
Detrás: Mi tierra,
Mi vorágine de vida,
donde he nacido,
y sin saberlo
donde he muerto.
-Huye- me grite,
y al escuchar mi voz
hui hacia confines lejanos
Detrás: Mi tierra,
Mi vorágine de vida,
donde he nacido,
y sin saberlo
donde he muerto.
-A Cavafis-
Recuerdame
de mis destinos rotos
y de las itacas que olvide.
¿Hubo riquezas en el pasado?
¿Puertos de los cuales nunca zarpe?
Rafael Velazquez
5.24.2016
Yo que me asumo materia
Ahora se mi condena:
Yacer muerto entre los muertos.
Rafael Velazquez
26.08.2018
Vértigo y eternidad moldean tus páginas,
las fantasías de oriente, y occidente,
las espadas que desolaron la historia
y la últerior aventura de Virgilio.
A Borges
Porchia escribió, «Lo hondo, visto con hondura, es superficie» de igual modo tendríamos que, la superficie, vista con hondura, también se hace hondura. En este mundo repleto de cosas, son todas las cosas vanas o sagradas, son todas ellas superficiales o profundas, es lo mismo o da igual. La profundidad del haiku es su superficie y su superficie es la profundidad, forma y contenido son lo mismo, no hay nada que agregar, solo podemos contemplar:
Labrando el campo:
La nube inmóvil
Se ha ido.
Mientras se labra el campo, una nube que parecía inmóvil, se ha ido, solo podemos decir eso, es decir: lo mismo pero con otras palabras. En la contemplación no sucede un reflexionar ante los hechos, sino un despertar ante el fenómeno. A tal despertar lo llamamos iluminación o satori: vida consciente del aquí y ahora. Volvamos a contemplar:
El viento de invierno sopla,
los ojos de los gatos
parpadean.
Nuevamente sin nada que decir, un viento que sopla, unos gatos que parpadean, solo es eso y nada más. En este haiku, el tiempo –y no me refiero al invierno, sino al parpadeo– al igual que en el anterior donde está esa nube que se va y se ha ido, sucede sin que nadie pueda detenerlo, y es que en realidad no se intenta detener, no hay una lucha ante el tiempo. El haikuista en el ejercicio de la contemplación es como un espejo, no toma pero tampoco repele, recibe pero no conserva.
La vieja charca:
una rana salta adentro,
¡oh!, el chasquido del agua.
o
Sobre el estanque muerto
Un ruido de rana
Que se sumerje.
¿Qué es esto de la rana y el estanque? Nada, solo una rana que se sumerge en un agua que estaba quieta y ya no lo está. Solo hay eso, no busquemos más, nada nos será revelado. Sin embargo, al leerlo se nos viene una pequeña sucesión de imágenes, como si nosotros mismos hubiésemos contemplado el instante en que ello ha sucedido, como si la memoria nos perteneciese.
Ante este blanco
crisantemo, las mismas
tijeras dudan.
Quien sostiene las tijeras pudiese ser cualquiera, así como en la nube, los gatos y el estanque, el haiku se escribe como la memoria sensitiva del sujeto hacia los fenómenos de la naturaleza. El sujeto en la contemplación, con su casa ya vacía, y descargada de sombras e identidades, presta su miríada de la experiencia sensible, no como un yo referente, sino como un no-yo desde el cual hacer al lector referente. Entonces si aceptamos esto, tendríamos que:
La experiencia del haiku: es la de una memoria sin tiempo, refractada al lector desde la vacuidad de un sujeto innominado.
Un estruendo,
y pude ver caer:
Al más hermoso de los cisnes en vuelo.
Me arroje encendido a salvarle…
Nuestra tumba:
Un lago tan dulce
como las lagrimas de una madre.
-Rafael Velazquez
A tu retiro del mundo
Caminas con indiferencia
Rompiendo con todo.
-La soledad del rinoceronte-
Me senté en el porche
a ver caer la llovizna,
Y así sentí:
El viento que mueve las hojas
y el crujido de los cielos.
Asustadas…
Mis niñas corrieron a mis brazos.
-Conmovido, dejé enfriar el café-
Rafael Velazquez 14.02.2017
Me sentí cansado,
y el batir de una mariposa
tumbó mis párpados.
Abrí los ojos,
y un pájaro picoteaba mi frente.
-La naturaleza es bella incluso cuando ataca al hombre
Un poema para mi bienamada
Carecí de vitalidad
para escribirlo.
Me dije:
un corazón roto,
es solo un corazón roto.
Rafael Velazquez
Enero, 2017